Se considera «acoso escolar» o «bullying» cuando una persona es acosada de manera reiterada durante un periodo de tiempo prolongado con acciones negativas y deliberadamente hostiles por parte de una o más personas en un entorno escolar.
Esta forma de acoso puede darse de varias formas: verbal (p. ej., burlas, insultos, motes, etc.), física (p. ej., empujones, romper o robar objetos, propinar golpes…) o social (p. ej., ignorar, evitar o excluir a la víctima de actividades sociales…). Además, recientemente se ha impuesto una gran conocida forma de “bullying” que se extiende a las redes sociales: el “cyberbullying”.
Los y las espectadores/as de una situación de estas características constituyen un papel clave en la propagación del bullying, señalan expertos, ya que son a quiénes la persona acosadora desea mostrar su poder. Esto significa que el silencio ante este tipo de actos contribuyen perpetuando el acoso (con o sin apoyar a la persona agresora).
La víctima, dada esta situación, puede presentar un rango amplio de problemas como fobia escolar o social, crisis de ansiedad y trastorno de la alimentación y de sueño. También aparece una fuerte sensación de indefensión, baja autoestima, retraimiento social y cuadros depresivos. Además, es habitual que presenten somatizaciones y el rendimiento escolar disminuya.
Como profesionales, consideramos de gran importancia detectar de forma precoz este tipo de problemáticas, ya que en la mayoría de las ocasiones las personas agredidas lo esconden, puesto que temen las represalias que puedan tomar sus compañeros/as, pensar que son cobardes porque no saben defenderse, sentir vergüenza por lo sucedido, creer que se lo merecen, que sus padres no les creerán, etc.
Nuestros objetivos se centran en detectar, prevenir e intervenir ante este tipo de situaciones, ayudando a los/as niños y niñas a desarrollar un nivel óptimo de inteligencia emocional, de tal forma que les ayude a gestionar con eficacia, y sin llegar a la violencia, las situaciones de conflicto que se les puedan presentar.