Cinco eran las características que los profesionales de la psicología infanto-juvenil y otros profesionales del ámbito de la salud teníamos presentes a la hora de diagnosticar un “Síndrome de Asperger” o un “Trastorno de Asperger”: falta de sintonizar y preocuparse por las demás personas, no medir los peligros, el perfeccionismo, el apego total a un determinado objeto, cosa o tema y la incapacidad para mantener el contacto visual. Estas características identificaban fácilmente este diagnóstico con respecto de otros autismos.
Pues bien, la nueva CIE-11 apuntilla el adiós definitivo al término “Síndrome de Asperger” para fundirlo dentro de los tres grados que presenta el Trastorno del Espectro del Autismo (TEA).
Así, recoge el término único de “Trastorno del Espectro del Autismo” y engloba dentro de una única categoría el Síndrome de Asperger, el llamado Trastorno Desintegrativo Infantil y el resto de trastornos generalizados del desarrollo, no especificados, los TGD (PDD-NOS) que tanto auge han tenido los últimos 10 años. Aunque ya eran conocidos dichos cambios desde 2013 por parte del DSM-V y desde el verano de 2018 en la CIE-11, la nueva clasificación internacional se presentará en la Asamblea Mundial de Salud el próximo mayo de 2019 para su adopción por los estados miembros y no entrará en vigor hasta el 1 de enero de 2022.
Pero los cambios no se quedan ahí, ya que existen diferencias importantes entre CIE-11 y DSM-V entre las que destacan las pautas que establece la OMS para distinguir TEA con y sin discapacidad intelectual.
De esta manera, los llamados aspergers pasan a tener un diagnóstico ciertamente engañoso dentro de lo que parece el cajón desastre de los TEA, un “tótum revolútum” con sus tres grados y las confusas líneas rojas que se deben interpretar, lo que dificulta más que beneficia tanto a profesionales como a las familias o centros educativos de cara a establecer un diagnóstico, unas pautas de intervención y unas adaptaciones curriculares.
No resulta difícil de imaginar que para personas que se sienten asperger durante tantos años esto supone una pérdida muy dolorosa, no solo por el duelo que supone la identificación con el término, sino por lo que se ha trabajado desde las asociaciones, federaciones y fundaciones, plataformas sociales y de apoyo; toda un cultura social que ha luchado por este síndrome durante dos décadas. Desde aquí invito a toda la sociedad para que el próximo 18 de Febrero de 2019 celebremos por última vez el día internacional del Asperger con el deseo de que podamos entre todos adaptarnos a los cambios con fortaleza y con las esperanzas puestas en la mejora de la psicoterapia multidisciplinar orientada a las personas autistas y sus familias.
Manuel Leal Morote
Psicólogo sanitario infanto-juvenil