Habitualmente las personas recibimos etiquetas constantes sobre nuestro comportamiento, actitudes, pensamientos. Es evidente que para hacer un mundo más controlado, más cómodo y que encaje dentro de nuestra zona de comodidad, los individuos, hacemos generalizaciones, ¿Por qué? Nos gusta lo predecible, prever lo que va a suceder. Para ello usamos todo tipo de “distorsiones cognitivas” también llamados P.A.N. “PENSAMIENTOS AUTOMÁTICOS NEGATIVOS” que no son más que pensamientos automáticos negativos que usamos y aprendemos casi inconscientemente. Es importante detectarlos, para rebatirlos y empezar a des-aprenderlos.
He aquí algunos ejemplos:
- Profecía autocumplida o autocumplidora. Por ejemplo : a) Pensamiento anticipatorio : “Si canta mi niño en el coro, va a tartamudear”, con lo cuál no lo llevo a coro, evito la situación y en el caso de que si asista, seguramente ese estado fisiológico de ansiedad anticipatoria provocado por esta distorsión cognitiva va a crear el tartamudeo.
- Abstracción selectiva, es decir cuando nos quedamos sólo con lo negativo que hace. “Estamos en la playa, se porta el menor bien todo el rato, pero al final empieza a llorar porque no encuentra su pala, y decimos…este niño es un impertinente”.
- Sobregeneralización, es decir, extraer generalizaciones o conclusiones sobre la valía de uno solo a partir de un solo incidente negativo. Por ejemplo : “Esta niña es una rebelde, ha llegado tarde. Nunca nos hace caso, es una desobediente”.
- Magnificación o minimización, es decir a veces hacemos percepciones exageradas de las situaciones, incluso puede ser negativo cuando ponemos etiquetas “positivas a priori” ya que pueden crear unas expectativas de autoeficacia muy grandes en el menor y crear ansiedad”. “Está niña es de diez, nunca saca menos nota, es muy lista y tiene el listón muy alto”.
- Clasificación y etiquetado, es decir, atribuir cualquier fracaso a que “soy un fracasado”, en lugar de atribuirlo a que “he cometido un error”, “ que está vez las circunstancias no han acompañado…”
- Descalificaciones automáticas de lo positivo, es decir, cuando hacemos hincapié en lo que hacen mal nuestros menores, sin dar importancia a lo positivo y por lo tanto sin reforzar esas conductas apropiadas. Lo más probable, es que al no reforzarlas, el niño deje de realizarlas, incluso siendo positivas.
El problema vendría cuando dichas etiquetas, generalizadas las atribuimos a menores pues…¿quién no se acuerda cuando su padre le llamaba “este niño es muy nervioso, esta niña es muy tímida, nada que ver con su hermano mayor este niño es muy sensible”. Este etiquetaje sirve al menor para crear su patrón conductual, y adquirir hábitos de conducta, a veces hacen un efecto positivo, pero en la mayoría de los casos, la creación de etiquetas inmóviles (con el verbo SER, en vez de ESTAR, SENTIR, que son más plásticos y dinámicos) crean en el menor anclajes de conducta, que difícilmente podremos romper.
Dicen que el hábito hace al monje, y lleva parte de razón el refrán ya que los psicólogos estudiamos como el heurístico de “la profecía autocumplida” en numerosos casos se cumple. El peligro del etiquetaje es que, dentro de la Psicología Social estudiamos como hay un peligro de estigmatización de la persona portadora de la etiqueta, creando un efecto peyorativo que lo marca negativamente al menor.
Además las etiquetas perpetúan el problema, ponen el foco en lo que va mal, en la situación problemática, sin darle opción al niño de rectificar, pues “SOY ASÍ, Y ES LO QUE ESPERAN DE MÍ”. Olvidando así otros puntos fuertes del niño o el hincapié en conductas contrarias a la conducta problema. Además cuando empleamos este tipo de etiquetaje, estamos creando unas expectativas, lo condicionamos a comportarse como esperan que me comporte.
“A veces la intención paradójica, proponer conductas incompatibles con lo que se espera del menor, da consecuencias espectaculares, formidables”. ¿cómo se tomaría un menor etiquetado como “patoso” que le diga que me ayude con mi colección de cristal de bohemia?
Abogado del diablo…Si a las etiquetas, ¿cuándo son beneficiosas?
Por otro lado a favor de las etiquetas, hay que decir que al principio en los infantes, y llegando a la pubertad incluso adolescencia, las personas tenemos una autoestima, dependiente de campo, ¿qué quiere decir? Que dependemos del medio externo para crear una concepción y valoración de nosotros mismos. Poco a poco está autoestima se va regulando, estabilizando y conseguimos un autoconcepto más claro con la madurez…pero al principio el entorno empapa los atributos y puntos de mejora que voy a ver en mí mismo. La clave sería ¿Qué mensajes está recibiendo del entorno tu niño o niña?
Recomendaciones
Trabajo como psicóloga en grupoVOLMAE realizando terapia en familias, niños y adultos y voy a posicionarme respecto a este debate.
Es importante la cautela y prudencia en el lenguaje que utilizamos con los menores. Al final ellos mismos, crean su diálogo interior en base a lo que escuchan del entorno “ va a ser verdad que son como esponjas”.
“Dime como hablas, y te diré que tipo de papá o mamá eres” La forma en que hablamos a nuestros hijos tiene efectos secundarios positivos y negativos. Cuando realicemos una crítica es importante argumentarla y darle posibilidad de cambio. Hay que especificar que hacen mal los niños y cómo pueden rectificar la conducta, si empleo el verbo SER raramente lo van a cambiar. Aquí yo recomiendo el refuerzo verbal o material de conductas incompatibles, por ejemplo si quiero que no grite a la hora de comer, le premio con ir juntos al parque los días que hable con un tono agradable y bajito.
También son muy efectivos los mensajes yo, es decir, en vez de quejarme le trasmito mi descontento de la siguiente manera. Imaginemos que el niño empieza a saltar en la cama, chillando, cantando, y montando alboroto.
Lo primero que me viene a la cabeza es: “Eres inaguantable, pero que niño más desobediente, se lo voy a decir a papá”. Esto engloba como hemos visto varias distorsiones cognitivas o P.A.N., entre ellos, etiquetaje, exageración, y amenaza que probablemente no se cumpla haciendo que aún se perpetué más la conducta problema.
¡Qué tal si probamos con los sms yo! Sería del siguiente modo:
Cuando está mañana has saltado y cantado en mí cama, me he sentido muy nerviosa, y he pensado que podría romperse y estabas haciendo un ruido que me molestaba, Me gustaría que saltarás en el patio, incluso que cuando vayamos al parque o juguemos al sing star cantemos y chillemos juntos.
Importante introducir, que cada familia, es un mundo, y cada menor también, es importante conocer el problema en cuestión y el sistema familiar antes de emitir juicios de valor, “todos somos expertos de los errores de los demás”
Recordar que es importante la ayuda profesional en estas cuestiones, pero sobretodo el sentido común a la hora de educar a nuestros hijos.