En estos últimos años, como en otras décadas y/o épocas, muchas personas se ven obligadas a migrar. Por necesidad, por escapar de algo o simplemente por iniciativa propia. La migración, como la mayoría de los acontecimientos de la vida, posee, junto a una serie de ventajas, beneficios (como el acceso a nuevas oportunidades de trabajo, de conocer a gente nueva, aprender nuevas culturas, crecer tú mismo a nivel personal, aprender distintos valores, aumentas tu tolerancia y descubrir nuevos horizontes), un conjunto de dificultades de tensiones, de situaciones de esfuerzo como es el duelo migratorio. Éste puede desarrollarse de diferentes maneras y situaciones similares.
Por ejemplo, Marian y Belén decidieron ir al extranjero varios años atrás casi en las mismas circunstancias, las dos pensamos ir fuera para aprender inglés, porque nos iba a venir bien un cambio de aires… Sin embargo las experiencias fueron completamente distintas. Marian cuando llegó a su destino, echaba de menos a su familia, la cultura española, hablar español, la playa, el sol… La pérdida de todas estas cosas hizo que su adaptación allí le costase un poco más. Conoció a muchas personas, y le gustó la experiencia pero tuvo clarísimo cuando quiso volver y lo hizo cuando se lo propuso. Belén, sin embargo, no echó de menos nada desde su llegada, aunque también era todo diferente donde se encontraba, le encantó la cultura de allí, describe la experiencia como brillante, de hecho, quería quedarse allí, le costó volver y lo hizo porque la situación lo requirió. Además, cuando regresó, quería volver a irse, estaba triste, continuaba haciendo lo que hacía allí y le costó a adaptarse a la vuelta a España. Dos motivaciones muy parecidas y a la vez unas experiencias tan distintas, pero con unas conclusiones finales iguales: la migración te hace crecer como persona y es una experiencia muy gratificante.
El duelo migratorio se vive como un duelo parcial ya que nuestro país de origen y todo lo que representa no se pierde propiamente, y además, cabe la posibilidad de “contactar” con él cuando se desee. Es más, cabe la posibilidad de regresar un día, al lugar de origen. Aun así, es recurrente y continúa activo durante la vida de las personas. Y además es un duelo múltiple, es decir, se produce por muchos cambios en la vida de la persona, tanto más, cuanto más lejana y distante culturalmente sea la migración. La multiplicidad de aspectos que conlleva la elaboración del duelo migratorio (familia, lengua, cultura o estatus, entre otros) da lugar a profundos cambios en la personalidad del inmigrante, hasta tal punto que modifican su propia identidad. Es decir, para bien o para mal, la migración cambia al sujeto. Si va bien, favorecerá que surja una persona madura, ‘del mundo’.
Aunque la migración tiene algo de parte negativa como el duelo tanto pre como post, nosotras la vivimos como muy positiva por todos los aprendizajes que hicimos y nunca nos cansaremos de recomendárselo a todo el mundo.