¿Sabéis como se inventó el miedo? ¿Sabéis quién es Paruyo? Érase que se era, un fantasma muy gracioso, su cara era redonda como la de un pollito, su cuerpo tan blandito como una nube y sus ojos tan azules como el agua del mar.
Su nombre era Paruyo. Paruyo era un fantasma, no un fantasma cualquier pues era el único fantasma que tenía miedo. Tenía miedo a no dar miedo, a que los demás no le respetaran, no gritaran o lloraran al verle, tenía miedo a que la gente no lo viera como un temeroso fantasma. Y es que, Paruyo, daba de todo menos miedo. Era gracioso, divertido, pero se sentía muy sólo.
Paruyo tenía miedo de no dar miedo a los demás, por eso por la mañana cuando salía el sol se escondía. Todos sabemos que los fantasmas son blancos como las nubes, y con ojos negros como el carbón. Paruyo, tenía miedo a que los rayos del sol penetraran en él y le quitarán su color blanquecino, convirtiéndolo en un fantasma morenito, dorado que poco podría asustar.
Todos los días se escondía al salir el sol, y permanecía escondido hasta que caía la noche, y la luna le llamaba para poder salir. Todos sabemos que la luna es sabía, y nos escucha, nos relaja y nos ayuda, Paruyo quedaba inmóvil hasta que la Luna le daba la orden de salir.
Paruyo se sentía solo, asi que al caer el Sol, salía y buscaba amigos con los que relacionarse, pero desde el miedo, porque recordar que tenía miedo a no dar miedo, así que siempre intentaba meterse en las habitaciones de los niños, en los sueños, en las almohadas intentando que le hicieran caso y dar miedo, por lo menos así estaba acompañado. Paruyo estaba todo el día escondido, y tenía ganas de jugar cuando caía la noche y ya no había miedo de ponerse morenito.
Un día un niño que solía relacionarse con Paruyo, le preguntó a la luna que como podía ser amiga de Paruyo, con el miedo que daba y con lo que molestaba.
La luna le dijo, que gracias a Paruyo ella seguía sana y salva. El niño extrañado, y con cara de asombro le dijo: ¡No entiendo nada! ¿Cómo te ha salvado?
La luna le respondió: verás, cuando conocí a Paruyo el me acompañó, cuando había peligros a mi alrededor, un día me encontré a un gran tigre en la selva y él me ayudo a correr y protegerme de él. Otro día cuando nadaba por el mar, el agua empezó a agitarse y Paruyo me dio fuerza para nadar fuerte hasta la orilla antes de que esas olas me atraparan.
Paruyo nos advierte de los peligros, nos ayuda a tener miedo y poder protegernos (saltar, correr, gritar, huir…). El problema es que Paruyo al pasar tanto tiempo sólo, intenta meterse en las habitaciones de los niños, en los sueños, en las almohadas intentando que le hicieran caso y dar miedo, por lo menos así estaba acompañado.
¿Cómo puedo evitar a Paruyo cuando me moleste? Le dijo el niño a Luna. Tendrás que convertirlo en un fantasma diminuto, del tamaño de un guisante y para ello, lo mejor es que le hables. Habla a Paruyo, dile que entiendes que esté sólo y que quiera asustar porque es un fantasma , pero que la luz apagada en casa no da miedo, que la noche no da miedo, dormir en casa de un amiguito no da miedo, y que salir de excursión con la escuela tampoco da miedo. Háblale cuando te molesté, cuando no, llévalo contigo para que te acompañe y te protege.
Paruyo, es muy joven, a veces atrevido, divertido y a veces juguetón, no le tengas en cuenta cuando te meta miedo, al llegar la noche. Háblale y se hará pequeño, pequeño, pequeño como un guisante verde.
«Ahora ya sabes la historia de Paruyo, si te lo encuentras de día, será porque ha vencido su miedo a no dar miedo, si te lo encuentras de noche, está deseando estar acompañado porque lleva todo el día solito escondido.»
(Un cuento terapéutico original de Mar Alcolea) (Prohibida la reproducción sin permiso).