Un padre y un hijo viajan en coche. Tienen un accidente grave, el padre muere y al hijo se lo llevan al hospital porque necesita una compleja operación de emergencia. Llaman a una eminencia médica pero cuando llega y ve al paciente dice: “no puedo operarlo, es mi hijo”…
¿Qué opciones de respuesta te planteas al leer este acertijo?, ¿Has pensado por algún momento que la eminencia médica es la madre del niño? Quizá tu respuesta haya sido certera gracias a leer el título de este artículo y contextualizarlo, o simplemente por pura lógica. Pero a gran parte de la población le ha costado adivinar que la persona que va a operar al niño es la madre de éste.
Lamentablemente, aún hoy día seguimos pensando prioritariamente en la figura de un hombre a la hora de desarrollar este tipo de trabajos.
Introducción
La mujer aún sigue luchando para encontrar su propio lugar dentro del mundo empresarial y laboral. Aunque es cierto que se han dado mejoras en los últimos años, especialmente a partir del final de la década de los años 80.
Primeramente en cuanto a la formación de la mujer, podemos encontrar mejoras tales como que la situación de la mujer se ha visto transformada con su incorporación al mundo universitario. Aunque es triste que esta incorporación se realizara hace menos de tres décadas.
Pero si echamos la vista atrás, afortunadamente hoy en día muchas de nosotras no tenemos porque ir “disfrazadas de hombres” para poder entrar a la universidad como fue el caso de Concepción Arenal hace 2 siglos, quien desde joven había declarado su deseo de ser abogada y tuvo que cortarse el pelo, vestir capas y sombreros para que no descubrieran que era una mujer, pues éstas tenían prohibida la entrada.
En los últimos años se ha producido un fuerte incremento del número de mujeres universitarias, aún hoy ello no implica una participación igualitaria en todos los sectores profesionales. Es decir, la incorporación de la mujer en el mundo laboral y universitario no se traduce por una totalidad equitativa entre la mujer y el hombre, todo lo contrario. Hay más universitarias estudiando en las universidades, y a la hora de desempeñar puestos de trabajo relacionados con su nivel formativo nos encontramos con más hombres que mujeres ocupando esos puestos.
¿Cómo podemos reducir la desigualdad de género?
Terriblemente, por mucho que queramos mirar hacia otro lado, o pensar que la desigualdad no es una realidad en el año 2019, sí lo es, y lo seguirá siendo, siempre y cuando se delegue a las mujeres un estatus inferior con respecto al hombre o a su propia capacidad de decisión.
Ver a la mujer como un ente con necesidad de protección masculina, con menor capacidad de reacción, decisión y determinación, ahonda en el engranaje de múltiples culturas, incluso en la occidental, vista como el modelo a seguir, observada por muchos como el prototipo idóneo de civilización. A pesar de avalar los derechos humanos, la eliminación de toda práctica bélica, la unidad, integración y cohesión, seguimos siendo espectadores de situaciones de injusticia, discriminación y violencia en torno a la mujer.
Comúnmente se dice que los grandes cambios comienzan con pequeñas acciones, evolucionar hacia un reajuste equitativo del uso del lenguaje, es sin duda uno de los pilares básicos y fundamentales para comenzar a avanzar hacia la igualdad. Integrar términos que abarquen a ambos generos es de suma importancia para sentir que funcionamos de igual modo.
Otro paso hacia la reducción de la brecha de género en el ámbito social, parte de la necesidad de aunar fuerzas entre nosotras, de ir de la mano y no restar. El apoyo de mujer a mujer se torna imprescindible y esencial.
El entorno familiar resulta clave para sembrar la idea de que cualquier tipo de discriminación o violencia jamás será buena y no debe permitirse en ningún contexto. Es importante inculcar desde la infancia la corresponsabilidad de las tareas.
Pero sin duda la educación, emerge como el instrumento esencial que impulsa el cambio y el progreso. Concienciar desde pequeños en el equilibrio de oportunidades y en las distintas situaciones sexistas presentes en los pequeños detalles del día a día, originan herramientas capaces de detectar conductas machistas y poder actuar.
Educar como motor de cambio hacia la prevención de la desigualdad en el futuro
La educación desde la infancia es esencial en todos los contextos, pero imprescindible en lo que compete a la desigualdad. Si tenemos claro que es necesario inculcar desde pequeños conceptos como tolerancia e igualdad, dejaríamos de seguir perpetuando la percepción que tenemos sobre el rol de género femenino.
Conseguir dirigir el razonamiento de las futuras generaciones hacia que los colores no son importantes, son solo colores. Que los pendientes no son de niñas ni de niños, que cualquiera puede practicar cualquier deporte y dedicarse a aquello que más le apasione. Que un pantalón solo es una prenda, y una falda también. Que jugar con muñecas, coches o unicornios no corresponde a ningún género. No son los colores, ni los pendientes, los deportes, ni las profesiones, las prendas de ropa ni los juguetes los que tienen género, sino que somos los adultos los que instauramos prejuicios y complejos.
Desde grupoVOLMAE, estamos comprometidos hacia el futuro. Nuestra filosofía de búsqueda del bienestar profundiza en las desigualdades y promueve el cambio hacia el bienestar social, hacia que toda persona pueda ser entendida sea cual sea su contexto. Por ello a lo largo de nuestra trayectoria, hemos desarrollado numerosas acciones dirigidas a el fomento de las relaciones sanas. Comprometiéndonos a abordar de manera dinámica, divertida y adaptada las relaciones personales desde la tolerancia y la igualdad.
Ni colores, ni prendas, ni juguetes, solo PERSONAS.
Cristina Higueras López
Psicóloga en grupoVOLMAE