Niña, ¡qué guapísima eres!
Niña, ¡parece que has engordado un poco!
Niña, hay que ver cómo comes, ¡no te viene la ropa!
Niña, ¡arréglate antes de salir!, ¡vaya pintas llevas!
Niña, ¡sonríe y quita esa cara de mustia!
Niña, así te pones fea ¡recuerda que eres una princesa!
Niña, ¡tienes que ser brillante, perfecta!
Niña, ¡que rica eres!
Niña, ¡no dependas de nadie!
Y pasa el tiempo y la niña crece
Mensajes y más mensajes, unos más explícitos, otros más invisibles, pero siempre esperando que la niña responda a unas expectativas determinadas y que obedezca a unos cánones generalmente impuestos por una sociedad donde lo que vende y lo que vale es lo que se ve. No importa el contenido ni la sustancia, sino el envase.
Generalmente no es una realidad plenamente consciente, sino que participamos, muchas veces sin querer, porque nos aterra que nuestras hijas fracasen, sean rechazadas y sufran por ello. Las sometemos sin querer, por nuestros miedos, a que no cuadren, a que no encajen entre lo que se espera de ellas y de nosotras mismas. De repente, nos damos cuenta de que hay algo que no funciona, algo que vamos viendo de manera insidiosa y progresiva; nuestras hijas comienzan a rechazar cierto tipo de alimentos. Generalmente empiezan con los dulces y los alimentos con muchas calorías y van aumentado las restricciones. Pensamos, “cosas de la edad”, hasta que observamos que cada vez que come va al cuarto de baño o comienza a obsesionarse por el deporte. La descubres tapándose su cuerpo, con ropas anchas, que se pesa de manera compulsiva y que miente. Comienza el periplo de paso por el médico, por el especialista y finalmente descubres que tu hija tiene un miedo intenso a engordar, restringe la ingesta de alimentos y o no come o, cuando lo hace, inicia un ritual de vómitos, laxantes y ejercicio físico extenuante. Resulta que ha perdido mucho peso en los últimos meses.
Y aparece, de repente, la anorexia (o la bulimia)
Anorexia. Bulimia. Algo que o no sospechábamos o que intuíamos pero no queríamos ver. ¿Cómo le ha podido pasar esto a mi niña?
Y se instala en casa. Se convierte en el eje central de la dinámica y de las relaciones familiares hasta el punto que es ella quien ordena y dispone lo que se va a comer. “Yo hago lo que ella me pida en tal que coma” y se instaura esa realidad; y esa niña (ahora convertida en adolescente) solo piensa en su peso. No importa lo que siente; aunque tiene miedo, se encuentra perdida y no tiene fuerzas para continuar. No puede fallar, tiene que continuar a ese ritmo y con ese mismo nivel de exigencia. Y una familia asustada; una madre angustiada preguntándose el motivo, los motivos que le han llevado a ese nivel de sufrimiento. Y no saben qué hacer. ¿Cómo es posible que tenga anorexia? Ésa es la cruda realidad.
Buscad ayuda
No dejes que ni la anorexia ni la bulimia se queden. Confiad en el personal especializado en este tipo de trastornos. Seguid sus pautas y sus consejos para que progresivamente se modifiquen las actitudes hacia el esquema corporal, desaparezca el miedo a engordar o a perder el control con la comida y, finalmente, para que esa niña, ahora joven adolescente, tenga seguridad en sí misma y entienda que lo más importante es, al fin y al cabo, el contenido.