Un silencio te enamora
y otro te vuelve loca.
Yo adoraba esos silencios
que te dejaban pensar,
cuando una casa está llena
y en un silencio, se van.
Se van para volver luego
y entonces poder hablar
de lo que han hecho en la calle
de cómo la vida va
enredándose en sus vidas,
y a ti te hacen pensar:
cuánto les quedará aún
de este salir y entrar.
Y se te va el primer hijo,
el segundo que se va,
y luego el otro, la otra,
¡qué pocos quedaban ya!
Pero me quedaba “él”,
“él” para poder hablar,
de proyectos, de ilusiones,
de siempre juntos estar.
Mas pronto llegó el silencio,
un silencio de llorar,
¿por qué todo terminó…?
¿por qué todo salió mal…?
Porque aunque mis hijos vengan
o yo vaya donde están,
mis noches son de silencio,
de no dormir, de rezar,
de dar vueltas en silencio
a una rueda sin andar,
rueda parada en el tiempo,
tiempo que es… eternidad,
y en silencio me pregunto
…¿mañana qué pasará?
Amelia Carrasco
ochenta y tantos…