Muchas personas tienen cierto afán de coleccionismo. Cromos, mantelería, lápices, postales, gomas de borrar, marcapáginas… incluso la mayoría de nosotros y nosotras, tendemos a guardar ciertos objetos previendo que aunque a día de hoy no los vayamos a usar, puede que sí lo hagamos en un futuro.
Estamos hablando de conductas normales que, dentro de unos límites, no suponen un problema u obstáculo para el desarrollo de nuestro día a día.
Sin embargo, para las personas con síndrome de Diógenes, estas conductas y rituales se vuelven tan intensas, frecuentes y habituales que pueden provocar un deterioro en la propia persona y su entorno. Recolectan y acumulan grandes cantidades de pertenencias y desperdicios en el hogar. Tienen grandes dificultades para deshacerse de estos objetos debido a la ansiedad y malestar que experimentan ante la simple idea de perder estas posesiones.
Síntomas y consecuencias
Con el paso del tiempo, la elevada acumulación de pertenencias hace que éstas se distribuyan por todo el domicilio de una forma desorganizada que puede llegar a obstruir y dificultar el desplazamiento por la casa y el uso de sus componentes. La funcionalidad del hogar queda limitada. Junto a este aspecto, la acumulación produce una falta de limpieza que puede derivar en graves problemas de higiene que afecten severamente a la salud del/de la afectado/a.
Poco a poco, la persona se va aislando del mundo y de su entorno social, encontrándose recluida en su domicilio. Irá abandonando hábitos de higiene, tanto personal como del hogar. Su alimentación podrá verse muy deteriorada, comiendo poco, mal y a destiempo, incluso ingiriendo alimentos en mal estado. Este cúmulo de consecuencias puede debilitar a las personas que padecen síndrome de Diógenes hasta el punto de tener que ser hospitalizadas.
Y, ¿existe un perfil?
Por lo general, este trastorno suele afectar a personas de más de 65 años, jubiladas y viudas, que sufren soledad y lo desencadena un evento estresante. Frecuentemente acompaña a otro tipo de trastornos como adicciones, demencias y depresiones mayores, existiendo con alta probabilidad un nivel elevado de deterioro cognitivo que facilita la despreocupación por la salubridad, la salud y la higiene en general.
¿Qué podemos hacer?
Normalmente, las personas que sufren este síndrome no suelen acudir a terapia por voluntad propia, sino que suelen ser derivadas por los servicios médicos, judiciales o presionadas por sus familias.
El abordaje psicológico se hará desde el prisma cognitivo-conductual. En primer lugar será necesario hacer ver a la persona la existencia de un problema y la necesidad de darle una solución, incidiendo sobre sus ideas y creencias. También se trabajará sobre sus hábitos de acumulación de objetos, basura, de higiene y alimentación. Además, como forma de combatir la soledad, será necesario retomar y potenciar las habilidades sociales de la persona afectada para restablecer las relaciones perdidas y entablar nuevas a través de la participación en la comunidad.
El apoyo social y familiar en estos casos va a ser fundamental, siendo necesaria una intervención en red, ofreciendo psicoeducación al entorno más cercano para facilitar la comprensión de la situación, el apoyo y evitar que la persona afectada vuelva a aislarse.
Con elevada probabilidad, será necesario que un profesional de la psiquiatría evalúe la necesidad de un tratamiento farmacológico para la persona.
Por último, no podemos olvidar el domicilio, precisando de una actuación sobre éste, efectuando una limpieza profunda y de desinfección. Se trata de una medida temporal y de urgencia, pues si no se interviene con la persona, los objetos y la basura volverán a acumularse.
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