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«No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma».

(Jiddu Krishnamurti, 1895-1986).

Introducción

En la sociedad actual, debido a nuestro modo de vida, es lógico que uno de los problemas que con más frecuencia se remite a los profesionales de la salud sea el estrés. Pero se ha convertido en una palabra tan común en el día a día que a veces ni siquiera se reflexiona sobre cuál es su significado real.

Desde la Psicología, se puede entender el estrés como un estado de activación del organismo debido a diferentes causas. Ya en el 1908, Yerkes y Dodson propusieron un modelo que relacionaba el estrés con el rendimiento, concluyendo que esta relación se producía en forma de “U” invertida. Es decir, siguiendo este modelo, hasta cierto nivel de estrés el rendimiento del individuo mejora, alcanzando el rendimiento su punto más alto bajo un nivel aceptable de estrés, pero disminuyendo drásticamente cuando se supera este nivel. Normalmente, cuando hablamos de estrés, nos referimos al que ha superado este punto aceptable que podríamos considerar “saludable” (es necesario tener cierto nivel de activación o estrés para enfrentarnos a diversas actividades como, por ejemplo, un examen), pero también tenemos que entender que, primariamente, es una reacción natural y adaptativa del organismo. El problema surge cuando el individuo se ve desbordado por este nivel de estrés.

El trastorno que se trata en este artículo se produce en respuesta a factores estresantes que pueden ser diversos, tanto de mayor envergadura, como puede ser una pérdida de trabajo, como un “estrés diario”, más cotidiano, como pueden ser las disputas familiares o de pareja.

La información que ofrecemos desde VOLMAEsalud es meramente divulgativa y en ningún caso pretende ser utilizada para establecer un diagnóstico. Si cree que puede estar experimentando síntomas similares a los descritos, recomendamos acudir inmediatamente a un profesional de la psicología.

¿Qué es y qué no es? Sintomatología

Los trastornos de adaptación o trastornos adaptativos son un tipo de diagnóstico que se encuentra codificado dentro del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 en la categoría de “Trastornos relacionados con traumas y factores de estrés” junto a, entre otros, el trastorno de estrés postraumático y el trastorno de estrés agudo. Este tipo de trastornos tienen como factor común que son consecuencia de una exposición a un acontecimiento traumático o estresante.

El trastorno adaptativo recoge las múltiples reacciones posibles ante situaciones de cambio, amenaza o pérdida frente a las que no es posible adaptarse o cuando las personas se sienten subjetivamente sobrepasadas por los acontecimientos y, además, constituye un diagnóstico limítrofe entre patología y normalidad (Pérez-Sales, 2009). El hecho de que esté en el punto intermedio entre patología y normalidad es debido a la propia definición del trastorno, cuyos límites son difusos.

La sintomatología se describe como un malestar intenso desproporcionado a la gravedad o intensidad del factor de estrés (APA, 2014) y, además, esta alteración relacionada con el estrés no debe cumplir los criterios para otro trastorno mental, pues en este caso no se diagnosticaría el trastorno adaptativo.

Para el DSM-5, los síntomas han de aparecer en los 3 meses siguientes a la aparición del estresor y no mantenerse durante más de 6 meses tras la desaparición del estresor o de sus consecuencias. No obstante, en la realidad es complicado concretar con tanta precisión los tiempos, pues es común que no seamos conscientes del momento de aparición de los síntomas al poder producirse este proceso de forma gradual (como se comentaba en el primer apartado, no es hasta sobrepasado cierto punto cuando se empieza a percibir el estrés como no saludable).

Además de todo lo comentado, existe cierta incertidumbre en torno a ciertas reacciones como el duelo. Mientras que el manual DSM-5 excluye la reacción de duelo normal tras la pérdida de un ser querido para el diagnóstico de este trastorno, para la Clasificación internacional de enfermedades (CIE-10) sí se pueden incluir estas reacciones en el diagnóstico.

Debido a la complejidad y escasa concreción del trastorno, es labor del psicólogo detectar cuándo los síntomas exceden a una reacción que se podría considerar “normal”, ya sea por el nivel excesivo de sufrimiento generado o por comprometer las actividades de la vida diaria del individuo.

Tipos

Dentro del trastorno adaptativo nos podemos encontrar diversos tipos según la sintomatología predominante, los cuales nos encontramos como especificadores del diagnóstico en el manual DSM-5 (APA, 2014):

  • Con estado de ánimo deprimido: Predomina el estado de ánimo bajo, las ganas de llorar o el sentimiento de desesperanza.

  • Con ansiedad: Predomina el nerviosismo, la preocupación, la agitación o la ansiedad de separación.

  • Con ansiedad mixta y estado de ánimo deprimido: Predomina una combinación de depresión y ansiedad.

  • Con alteración de la conducta: Predomina la alteración de la conducta.

  • Con alteración mixta de las emociones o la conducta: Predominan los síntomas emocionales (p. ej., depresión, ansiedad) y una alteración de la conducta.

  • Sin especificar: Para las reacciones de mala adaptación que no se pueden clasificar como uno de los subtipos específicos del trastorno de adaptación.

Causas

Se sabe que uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo del trastorno adaptativo es la presencia de circunstancias vitales estresantes, aunque también la predisposición y la vulnerabilidad personal desempeñan un papel importante en el desarrollo del cuadro (Vallejo-Sánchez y Pérez-García, 2015).

Como ya hemos dicho, dentro de los factores externos estresantes se incluyen, por un lado, lo que se conoce como sucesos vitales mayores, que son aquellos que requieren un cambio respecto al ajuste habitual del individuo (pérdida de trabajo, cambio de domicilio); y, por otro lado, los sucesos menores (o estrés diario), que son aquellos de menor impacto pero que ocurren con mayor frecuencia (disputas familiares, problemas económicos) y se consideran de igual o incluso mayor importancia que los sucesos vitales mayores debido a que suelen ser más frecuentes y continuados.

Sin embargo, ¿por qué ante un mismo evento un individuo desarrolla un trastorno adaptativo mientras que otro logra salir airoso de esta situación? Como se ha comentado en este mismo apartado, esto es debido a que no solo están implicados factores externos, sino también las respuestas del individuo. Aquí nos centraremos en las respuestas psicológicas o, más concretamente, en las respuestas de afrontamiento.

En el campo de la Psicología se entiende el afrontamiento como los esfuerzos, tanto cognitivos como conductuales, que realiza el individuo para hacer frente al estrés o, en otras palabras, para “manejar” tanto las demandas externas o internas generadoras del estrés como el estado emocional desagradable vinculado al mismo (Sandín, 1995).

Siguiendo a Lazarus (1993), existen dos tipos principales de afrontamiento, uno focalizado en el problema y otro en la emoción. El afrontamiento centrado en el problema son aquellas estrategias que tratan de manejar o alterar la fuente generadora de estrés (por ejemplo, establecer un plan de acción dirigido a solucionar un problema). El afrontamiento centrado en la emoción trata de cambiar el modo en que se interpreta lo que esté ocurriendo (por ejemplo, sacar el lado positivo de la experiencia). Que se dé un tipo u otro de afrontamiento depende de la evaluación que se haga de la situación. Si se percibe la situación como modificable, predomina el afrontamiento centrado en el problema; si no, en la emoción. El uso adecuado de un tipo y otro de estrategias de afrontamiento va a dotar al individuo de control sobre situaciones estresantes.

Consecuencias y pronóstico

Si la persona no se ve capaz de hacer frente a la situación, se generan malestar emocional e indefensión, y estos síntomas generados por el trastorno adaptativo impactan en la vida del individuo, generando más síntomas cognitivos y conductuales e impidiendo que desarrolle sus actividades habituales con normalidad, que se aísle de su entorno social e incluso que evolucione a otros trastornos psicológicos.

Siguiendo a Andreansen y Hoenk (1982), se puede surgerir que el trastorno adaptativo tiene por lo general un buen pronóstico para adultos: en un seguimiento de 100 pacientes a 5 años, el 71% de adultos estaban completamente curados, aunque el 8% tenía problemas intercurrentes y el 21% desarrolló una depresión mayor o alcoholismo. Para adolescentes, el pronóstico es peor. En este mismo estudio, el 43% de los adolescentes estudiados terminaron desarrollando un trastorno psiquiátrico mayor (esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo, depresión mayor, trastorno bipolar, abuso de sustancias psicoactivas y trastornos de la personalidad).

Por tanto, también cabe pensar que, en algunos casos, el trastorno adaptativo puede ser una fase inicial de un trastorno mental más grave que se diagnosticaría posteriormente. A mayor duración de los síntomas y mayor número de síntomas conductuales, peor parece ser el pronóstico.

Qué hacer

Desde VOLMAEsalud insistimos en la importancia de ponerse en manos de un profesional de la Psicología si se experimentan síntomas parecidos a este o cualquier otro trastorno de los que se pueda divulgar información en este sitio Web.

Debido a la escasa investigación sobre este trastorno, no hay estudios que nos permitan hablar en concreto sobre un tratamiento psicológico eficaz para los trastornos adaptativos, pero este debe estar enfocado, por un lado, a reducir la intensidad del estresor y, por otro, a fortalecer las estrategias de afrontamiento psicológicas del paciente.

El objetivo de los tratamientos será exponer las preocupaciones y conflictos que el paciente está experimentando, identificar los medios para reducir el estrés, aumentar la capacidad para manejarlo, ayudar al paciente a adquirir una perspectiva de la adversidad y establecer un sistema de apoyo que ayude a controlar el agente estresante y a sí mismo (Strain et al. 1996). También es útil el empleo de técnicas de relajación para el control de la ansiedad y las alteraciones del estado de ánimo, y para que el individuo perciba un mayor nivel de competencia y control sobre la situación.

Desde la perspectiva de la psicología positiva, hay algunos conceptos que es importante resaltar en referencia a los trastornos adaptativos por su utilidad como variables protectoras ante este u otros trastornos relacionados con el estrés. Estos conceptos son el de hardiness (“personalidad resistente” o “dureza”) y el de sentido de coherencia (Antonovsky, 1987).

El concepto hardiness fue definido por Kobasa en 1979 tras investigar con sujetos que, pese a estar sometidos a importantes fuentes de estrés, no desarrollaban sintomatología. Kobasa caracterizó a los individuos con personalidad resistente como aquellos que experimentaban capacidad para influir sobre eventos externos; con compromiso e implicación hacia actividades, metas y relaciones interpersonales y que ven el cambio como un desafío y no como una amenaza.

Similar es el constructo “sentido de coherencia”, definido por Antonovsky en el 1986, que se define como la orientación del individuo a creer que su entorno es comprensible, manejable y con significado.

Conclusión

A modo de resumen, el trastorno adaptativo tiene su origen tanto en los factores que el individuo considera estresantes como en la forma de responder a ellos mediante sus estrategias de afrontamiento, así como en las variables de personalidad que actúan como mediadoras entre lo primero y lo segundo. Es importante recalcar que los estresores no tienen por qué ser los mismos para todas las personas y que el profesional de la salud mental debe tener en cuenta esta idiosincrasia para poder orientarse hacia una solución particular.

No es de extrañar que sea uno de los diagnósticos más frecuentemente usados por el personal de salud (Pérez-Sales, 2009) debido a, como ya se ha indicado en el inicio del artículo, el estilo de vida frenético al que estamos sometidos y la abundancia de estímulos e información que nos desborda. Además, existe actualmente la tendencia a temer y negar el propio sufrimiento, el “miedo al miedo”. Es importante recordar que, desde la perspectiva de la psicología positiva, no se trata de negar el sufrimiento, lo cual sería contraproducente: hay momentos en la vida en los que es inevitable sufrir, y esos matices son los que nos permiten conocer diferentes perspectivas y construyen nuestra personalidad como un todo. Por el contrario, se trata de promover el bienestar y fortalecer las cualidades positivas de las personas para afrontar el sufrimiento y los cambios como una fase más de la vida.

Para finalizar, y a modo de opinión personal, no parece recomendable dejarse llevar por la proliferación de optimismo ingenuo y frases aparentemente motivadoras en medios de comunicación y redes sociales, por la obligación de “estar feliz” de forma permanente. Esa obligación en que se ha convertido la felicidad es también es una fuente de estrés al ver que, como individuos, no podemos cumplir con las expectativas de la sociedad. Permitámonos y normalicemos sufrir en los momentos en que sea necesario y veamos los cambios como un reto, no como una amenaza.

Laura Pardo Rodríguez
Psicóloga de grupoVOLMAE en Ciudad Real

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